Quiero volverme a formar.
La tecnología permite muchas cosas hoy en día. La mayoría de
ellas simplifica nuestras vidas pero a cambio de eso nos quita la sal de
hacerlas personalmente. Una de ellas es la parafernalia que rodeaba asistir a
un concierto hace 20 años.
Lo primero y obvio era enterarte del tokin para ir
preparando el dinero de las entradas, y aunque seguramente el costo de estas no era tan alto , lograr juntar la cantidad si era un trabajo pesado.
Ya sea que trabajaras o que insistieras a tus papas que se mocharan, requeria
de días de labor para lograr esa proeza.
Una vez que lo juntabas, el siguiente paso era trasladarte
hasta el lugar donde iba a ser el evento para comprar los boletos. Si era
entrada general no había mucho problema, los comprabas y donde te tocara. Pero
si era numerado, tenias que poner tu mejor sonrisa o aflojar la propina para el
boletero y te diera buenos lugares porque si no aflojabas simplemente te daba
los peores.
El siguiente paso era esperar el dia del evento y rogar a
todos los dioses que no lo cancelaran.
Acudías al lugar con tu mejor atuendo y
esperabas a que uno por uno fueran pasando. No había seguridad lobo ni nada de
eso. Solo los guarros que contrataba el lugar y no eran para nada amables.
Cigarros, encendedores, billetes, cámaras, walkmans. Todo lo que podían te
agandallaban y mejor quedarse callado sino, olvidarse de entrar.
Hoy todo a cambiado. Desde la comodidad de tu casa u oficina
un simple click puedes comprar los boletos, seleccionar los mejores lugares e
incluso, pagar el transporte que te lleve y te traiga seguro.
Las comodidades
han suprimido las eventualidades, la inmediatez ha sepultado la incertidumbre
pero sobre todo la seguridad ha extinguido la libertad.